miércoles, 3 de agosto de 2016

Carta al amor, las ilusiones y las cadenas

Te quise, nunca supe bien porque, hasta el último día me hiciste sentir indeseable. Me ilusioné, me ilusionaste. Me puse anteojos de colores para ver lo que no eras. Teñí todo color de amor para hacer nuestra vida soportable. Y por cambio recibí la amargura, la angustia de sentirte en otros besos, los dolores del cuerpo, la soledad de transcurrir nuestro viaje solitaria. Estabas viajando muy lejos, un viaje en el que no te podía acompañar. Para el viaje de la vida, para el verdadero viaje, tu compañía me era necesaria. Te necesité... te idolatré… te hice merecedor de mi yo. Y tu ser, enteramente todo tu ser, me despreció y despreció la oportunidad que teníamos.  
Es un reproche, si, no lo niego, es un reproche a mí misma, a la entrega interesada del amor correspondido. A sentirme plena y sentirte pleno conmigo. No pude, no quisiste.
Ya no te espero, ya no te quiero. En las noches solía recordar nuestro día, hoy solo recuerdo nuestras tinieblas.  Me encadenaste a un ser que se me torno insoportable, y aun así en aquel momento te quise.
Soy, estoy y parezco más madura, ya no me interesa tu desprecio y tu maltrato, crecí. Soy una mujer que ahora espera, no al príncipe azul que parecías, espera al hombre que la quiera, que la malcríe, que le de las caricias que necesita, que la llene de alegría, que la haga feliz. Todos nos merecemos ser felices aunque sea una vez en la vida, contigo no lo fui nunca, fue ilusión.   

Con estas líneas pretendo dejar atrás ese funesto pasado, al escribirlas me siento liberada, me siento plena, me siento... Hoy aprendí que ya soy una mujer. 

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