jueves, 28 de julio de 2016

Sombra

Su silueta se recorta en la ventana. Hace tiempo que a esta misma hora lo veo en la misma postura, el en su ventana y yo aquí en mi callejón. Nos esperamos.
Siempre me dio curiosidad su quietud, llegué a pensar que se trataba de una de esas figuras de yeso que se encuentran en los escaparates de las tiendas de poca monta. Desistí de semejante conjetura, no por revelación humana o divina, simplemente porque dejaría de ser mi necesaria y diaria compañía. Esta es la hora en que nos miramos, la hora que nos pensamos, la hora que nos añoramos. No sabemos de preguntas, no sabemos de respuestas, nos comprendemos.

La noche me aqueja, debo dejar mi morada de cartones antes del amanecer, los vecinos se molestan si me ven durmiendo en la calle. Hasta mañana mi gato de sombra…hasta mañana.

miércoles, 27 de julio de 2016

Fabula de las habilidades

Una tarde se encontraban, a la vera del arroyo, la liebre y la serpiente deliberando sobre sus destrezas.
—Yo puedo correr a gran velocidad —dijo la liebre.
—Y yo puedo subir a los árboles fácilmente —expuso la bicha.
—Pero nadie escucha a más distancia que yo —se despachó la orejona.
—Eso no es nada, yo puedo escabullirme bajo cualquier cosa. —proclamó la ofidia.
—Se camuflarme en el follaje y permanecer invisible —observó la corredora.
—Puedo ser tan silenciosa que no me escucharían ni aun estando cerca —declaró la víbora.
Y así estaban, enumerando sus muchas competencias, cuando de pronto y sin aviso, apareció un cazador, que con sólo dos certeros disparos abatió a las parlanchinas.

El señor sapo, que vio toda la escena escondido en su agujero, miró a la señora sapo y le dijo: ¿Viste vieja? De nada sirve alardear de tus habilidades si no sabes utilizarlas en el momento adecuado.

viernes, 22 de julio de 2016

El Tano

Noticia
Rosario de Tala, Entre Ríos.- Giovanni Maccarrone, dueño de la fonda “El Siciliano”, se encuentra demorado en la comisaría 1era de esta localidad tras un confuso altercado en su local. Al parecer el propietario, de origen italiano, arrojó a uno de sus comensales una fuente de polenta caliente. El damnificado se encuentra en buen estado de salud, presentando solo algunas quemaduras leves y un golpe en la cabeza. La policía sigue investigando las causas de tan desmesurado hecho.

Sainete
Tano: —¡Entrerriano panza verde! Si ti vuelvo a vedere di nuovo mirando a la mia figlia ti ammazo. (Grita en cocoliche.)
Comensal: —¿Qué decís gallego loco? No se te entiende nada.
Tano: —Galego, galego io…. ma figlio puttana. (Se pone colorado de furia. Con ademanes de loco y una voz chillona envía a su hija a la cocina.)
Tano: —Antonia vai a la cucina, vai… vai... caraco…
Antonia: —Papá, este hombre no hizo nada, solo me pidió un plato de comida. No entiendo porque estás así. Además ya soy grande y se cuidarme solita.
Comensal: —Es una guriza, gaita. No te la estoy mirando. (Lo dice con sonrisa socarrona.)
Tano: —¿Ti gusta la ñanduza? ¿Ti gusta?. Ti vado a dare pacarito a vo. (Arrebata la olla de polenta con pajaritos de las manos de su mujer y la arroja sobre la cabeza del hombre que lo mira azorado. Batifondo, desorden, gritos y el paisanaje que sale corriendo a llamar a la policía.)

Carta a Giuseppe  (Traducción del italiano original)
Rosario de Tala, 17 de marzo de 1938
Querido hermano,
Te escribo para contarte que nos encontramos todos bien de salud. Sin demasiadas vueltas te cuento que he sufrido un pequeño contratiempo. He estado unos días preso en la comisaria. Un desgraciado la estaba pretendiendo a Antonia. Imaginarás que no podía permitirlo. Este entrerriano malnacido ha venido a mirármela frente a mis propios ojos. ¿Tú lo hubieras aceptado? Tengo en claro que es bella, atrayente y está bastante crecida, pero véase semejante descaro y en mi misma cara.
A los postres no llegó. Le planté una olla con polenta sobre la cabeza, lo que no le ha dolido de caliente, le ha de haber dolido del golpe que se ha llevado. Se armó un revuelo muy grande y la gente salió corriendo a llamar a la policía. Se aprestaron rápidos como rayo y me llevaron a la comisaria. Gente bruta, no entiende nuestro idioma, y así que no pudiendo explicarles la razón y el descaro de este personaje, me dejaron en el calabozo. A los pocos días me soltaron, con el pago de una multa y la promesa de no volver a hacerlo. Santa Madonna.
Desde ya, rezando para que te encuentres bien, quedo a la espera de noticias tuyas.
Recibe un fuerte abrazo y cariños de todos aquí.

Giovanni


miércoles, 13 de julio de 2016

Bitácora de dos mundos

Aquel verano fuimos al sur, al sur oeste para ser más preciso, fuimos a pescar. La provincia de Neuquén nos era conocida, habíamos ido muchas veces en nuestras excursiones. Siempre encontrábamos lugares nuevos que descubrir. Esta vez, no fue un lugar más. Adentrándonos entre cerros y ríos, descubrimos una cueva, era un buen lugar para tomar un descanso y almorzar. Apenas entramos me sentí extraño, invasor.  En la saliente de una roca, en un agujero, encuentro un viejo libro. Lo abrí, era un diario, una bitácora, casi inteligible, tenía muchos años en aquel escondite. Algo pude leer:
“Había llegado a estas tierras huyendo de Buenos Aires. Jamás imagine que también me encontraría escapando de aquí.
La vi por primera vez una mañana en la que el sol, como de costumbre en esta época del año, calcinaba mis sienes. Estaba parada con su tez trigueña, su nariz aguileña, sus cabellos al viento y sus ojos de obsidiana. Estaba mendigando comida, le habíamos robado su mundo. Su nombre tehuelche, en cristiano, significaba “Pequeña Ave de Sol”. Fue el sol y el ave, me acerqué, le hablé.
Al abrigo de nuestros pequeños encuentros nació, se engendró, explotó. Somos  Ave y Árbol.
El temor me corroía, nadie debía vernos, nadie debía saberlo. Su pueblo me aborrece, el mío anhela su desaparición. Teníamos que perdernos del mundo para encontrar nuestro lugar.
Las estrellas nos guiaron en nuestro rumbo, huimos al oeste, hacia las montañas, hacia el propio destino.
Ochenta leguas al oeste del Río Colorado, a los 20 días del décimo mes del año 1868 de Nuestro Señor Jesucristo.”
Lo cerré, lo volví a dejar en su lugar. No le conté a nadie de mi hallazgo. Era su hogar. Nunca sabré la historia completa, me basto saber lo que lo que supe.
Un buen verano de pesca, un buen verano…

sábado, 9 de julio de 2016

Mei

Llegué al mundo sin un destino. Mi familia era pobre, tan pobre que solo comía unas pocas veces a la semana, y lo que comía no era digno. Mis años de infancia transcurrieron en una pequeña habitación donde mi madre gritaba y mi padre embriagado soñaba una vida mejor. Pertenecía a un pueblo que vivía oprimido por su soberano. A los nueve años me llevaron a la ciudad, en una habitación olvidable, mi progenitor me intercambio por unas monedas. Lloré hasta que me dolieron los ojos, no sería la última vez que me venderían. 
Mi cuerpo dejó de ser mío. Vomito innumerables veces. Manos grasientas que me recorren. Lenguas húmedas que me queman. Caracoles que me impregnan de su inmundicia. Me hieren, me llenan con carne y piel. Gritan, grito.
Me acostumbré, que estúpida es la costumbre, no sirve para olvidar. Pasaron varios años desde el primer dolor. Ya se me hace más fácil, ya no siento. Mis ojos se pierden en el techo sin mirar. Mi cuerpo perdió toda sensación, mi mente se durmió, solo sueño.
Sueño, quizás como mi padre, tener una vida mejor. Alguien que no me toque y me abrace. Que me sea lindo… nunca tuve nada lindo, ni siquiera cuando pensé que lo tendría.
Hace varios días que tengo nauseas, no son las mismas de siempre, las de repulsión. No quiero contarle a nadie, estoy aterrada. Sospecho que llevo en mí a alguien más, si la señora Li lo descubre estaría perdida. No sé cuánto tiempo podre ocultarlo, recurro a otra chica para que me ayude, me da de beber unas hierbas y me dice que en pocos días voy a estar bien. Nada ocurre, mi vientre sigue creciendo.
Un cliente se queja, Li me increpa, vocifera que ya no sirvo. Salgo por primera vez en muchos años de mi palacio, me lleva hasta un lugar horrendo, me para frente a un hombre, saca mis ropas, aprieta mis senos y mis muslos, insiste en mostrar mis dientes y mi intimidad. Siempre me sentí sucia, aquella vez me sentí peor. Discuten, finalmente el hombre toma un puñado de yuanes de una caja, los cuenta y se los da a Li. La señora le entrega mis pertenencias y se va.
Violada, sigo allí parada, el señor me mira hasta con asco. Me dice que ahora le pertenezco, acepta ayudarme pero debo pagarle. Me tira la ropa en la cara, y sin dejar que tape mi pudor me conduce a otra habitación. Me encuentro con otras chicas.
Mi vientre sigue creciendo y aun así debo pagar. Un alma pide a gritos abandonarme, llegó el momento. Las chicas se arremolinan ante mí, una anciana me mira con remordimiento. Gritos de dolor no carnal, presiento lo que se avecina. Termina rápido, lo que sentía mío ya no lo es. La anciana se lleva las telas ensangrentadas, se lleva mi otro yo en llantos.
Ya no soy tan refinada, soy joven, conté diez años desde mi último cumpleaños festejado, quizás ye se empiezan a notar las penas en mi cuerpo, los clientes ya no me elijen con tanta frecuencia. ¿Ya pagué?
Recogen mis cosas, me las entregan en una bolsa y me dicen que es hora de irme. Salgo por primera vez en muchos años de mi prisión. Perdida, camino sin rumbo. Ya llevo horas así y me duermo en un callejón. Me acaricia, me mira con piedad, su piel ajada, sus manos arrugadas, sus ojos suaves  son la primera expresión de ternura que veo en siglos. Me invita a seguirla; la sigo.
Había sido una princesa del placer, me convertí en una mendiga de la vida. Mi madre, la que esa noche me dio vida, nunca preguntó nada. Me llevó a su pocilga, me dio un plato de agua negra caliente, me reconfortó. Me presentó hermanos y hermanas, todos tan perdidos como yo.
Le pagaré. Es lo único que sé hacer… pagar. 

9 de julio

Hace muchos… muchos años… tenía apenas 10 (primaveras, veranos, inviernos, otoños). Escribí un cuento para el día de nuestra independencia. Un naranjo en la casa de Tucumán y una naranja que veía todo lo que sucedía en su morada. Caí ya en su madurez, le contaba a los niños, que la tomaban, la histórica reunión.
Poco tiempo después conocí a un grande de la literatura, Manuel Mujica Láinez. Un vecino de mamá era amigo y compañero de trabajo de su hijo. Me llevaron, junto con su mujer, a una cena en la casa. Nunca me imaginé encontrarme en la mesa con el autor de “Misteriosa Buenos Aires”. Imaginen  a un niño estando en el mismo lugar con la persona que escribe los cuentos que se leen en su escuela. Una cena bastante formal, muy educada diría hoy. Le miro las manos, me impresionan sus anillos gigantes, estamos sentados en el living del departamento, yo en su regazo contándole de la naranja. Como todo grande me escucha atentamente, se sonríe y me dice que voy a llegar ser un buen escritor. Una persona gigantesca, un ídolo para mí. 
Hoy hablé con mi madre, quería sacarme la duda de que no solo haya mi imaginación de niño, no lo fue, me confirmó la historia y me contó algunas cosas más.
Todo esto lo digo porque a veces estamos destinados a hacer cosas a las cuales nos resistimos. No sé si puedo ser un buen escritor, pero no me voy a resistir. Saldrá pato o gallareta, pero lo voy a intentar. Me llevó años entender, la gallareta en guiso en tan buena como el pato...

Lo sueños quedan en sueños, solo si no somos capaces de hacerlos realidad.

miércoles, 6 de julio de 2016

El círculo de Shanghái

Última noche en la ciudad. Exótica, revuelta, convulsionada, impredecible, encantadora, Shanghái. Dejo mi maleta preparada sobre la cama del hotel y salgo a caminar con la única razón de no quedarme solo, mi última noche y mi primera vez. Recorro las avenidas más importantes. Sabiendo que los extranjeros no somos bienvenidos me adentro en una calle lateral... mi perdición.
Mai, Mien, Mein (todavía no aprendí a pronunciar su nombre) me ataca, con sonrisa irresistible y voz de miel me invita a placeres desconcertantes. Fui fuerte, rechacé cada uno de sus embates. En mi soledad, le propongo que sea mi lazarillo, que me guíe por la ciudad. Accede con una condición: mostrarme su mundo y su vida. Accedo, me es fascinante.
Toma mi mano, me resulta extraño. Sin mediar palabra me arrastra hacia una calle tan vulgar como su vestido. No me resisto. Explosión. El fuego del dragón quema mis pupilas. Los colores me absorben, los aromas me inundan, las voces me ensordecen. Estoy en su mundo.
Mai, Mien, Mein, sonríe, está contenta, me mira, es feliz. Una puerta, una habitación, una cama inexistente, una mesa que no es mesa. Me ofrece su bocanada, comprendo. Aletargado me pierdo, nos perdemos, me encuentro, me desencuentro.
El dragón tiñe de alba el caótico paisaje. Mai, Mien, Mein ya no luce, aborrezco su cuerpo y aún así me es la perfección.
Tomo una calle y camino lentamente hasta el hotel. Subo raudo a la habitación, me queda poco tiempo para tomar el vapor. Contemplo la maleta. Me paralizo… la noche me atrapa, me abraza y me llena de melancolía. Una calle innombrable me encuentra. Ella me sonríe... contemplo extraño la maleta. El cenit y la aurora se vuelven a suceder. Sonríe. Debo volver… otra vez me atrapa, otra vez su sonrisa.

martes, 5 de julio de 2016

La confesión

Al salir de la oficina, como todos los viernes,  se dirigió a tomar una copa al bar de la esquina. Ya en la barra pidió su clásico whisky. Sentado junto a él, una bella mujer, entre alegre y melancólica, le sonrió. "Salud" le dijo levantando su vaso, "Salud" le contestó ella. A los cinco minutos se encontraban sentados hablando en una mesa. Extraños encuentros. Era una persona rica en historias, atrapante para un aburrido oficinista. ¿Cómo fue que la charla devino en caricias, las caricias en besos y los besos en pasión?
Ya era tarde cuando regresó a su casa. Su mujer, tal como lo supuso, se encontraba dormida en la cama. Se desvistió y se acostó a su lado sin pronunciar palabra ni emitir sonido. Sin poder dormir e intuyendo el enojo, comenzó a contarle la historia de un personaje que había conocido esa tarde, un inventado viajante que lo había entretenido hasta altas horas con sus crónicas. Fue un monologo. Sospechó que su mujer sabía algo más, entonces, en un ataque de pánico, confesó, prometió y juro. Corrió las sabanas para besarla, sintió su frialdad, se heló hasta los huesos, la vida la había dejado.