miércoles, 10 de agosto de 2016

Amanecer

La miro. Mis ojos no se pueden despegar de su pecho. No me jodan, el alma está cerca de las tetas, así como el deseo próximo al culo, la sensualidad alrededor de la boca y la ternura en los ojos.
Está tirada sobre unas mantas en el piso del atelier. La luz del amanecer, entrando por las grandes ventanas, ilumina todo su cuerpo. Soy un voyeur inesperado.
No puedo dejar de admirar su espíritu, está lleno de vida. Si despierta, pensará que acecho sus deseables pechos; estoy contemplando su sustancia. Me siento un violador, un aborrecible degenerado que rompió los límites de sus entrañas. Debía ser tan solo una noche, una noche de enredos carnales, sólo eso. Hubo deseo, pasión, sensualidad, y al final, en la culminación y en el principio del amanecer, apareció el sentir. Puta alma que te revelas en este momento. ¿Qué puedo hacer con esta luz que me completa? No es el sol traspasando las ventanas; es su pecho el que me ciega, el que irradia la claridad, el que destella. Es Ella.
Siempre preferí las penumbras, es un lugar en el que me muevo bien. La noche me deja ser quien no soy, la mesa oscura de un bar me permite desparramar mi elocuencia, convertirme en un intérprete de palabras y creaturas, un actor de la seducción, un desenamorado del amor.
No lo sabe, pero su cuerpo no me enamora, y aun así miro sus tetas… su alma, y es allí donde me pierdo. No tiene derecho.  
No quiero despertarla… no quiero despertarte. Un deseo más grande que mi ego desea cada espacio de tu existencia. Odio todo lo que pudiste hacer en pocas horas, adoro todo lo que me haces ser.
Es difícil mi decisión; te despierto con un desayuno. Arrodillado junto a ti, te acerco una tostada a la boca, mi café no es muy bueno. Luz… me deslumbras. Tu corazón late descontrolado. El mío que no tenía ritmo, hoy lo encontró.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario