martes, 5 de julio de 2016

La confesión

Al salir de la oficina, como todos los viernes,  se dirigió a tomar una copa al bar de la esquina. Ya en la barra pidió su clásico whisky. Sentado junto a él, una bella mujer, entre alegre y melancólica, le sonrió. "Salud" le dijo levantando su vaso, "Salud" le contestó ella. A los cinco minutos se encontraban sentados hablando en una mesa. Extraños encuentros. Era una persona rica en historias, atrapante para un aburrido oficinista. ¿Cómo fue que la charla devino en caricias, las caricias en besos y los besos en pasión?
Ya era tarde cuando regresó a su casa. Su mujer, tal como lo supuso, se encontraba dormida en la cama. Se desvistió y se acostó a su lado sin pronunciar palabra ni emitir sonido. Sin poder dormir e intuyendo el enojo, comenzó a contarle la historia de un personaje que había conocido esa tarde, un inventado viajante que lo había entretenido hasta altas horas con sus crónicas. Fue un monologo. Sospechó que su mujer sabía algo más, entonces, en un ataque de pánico, confesó, prometió y juro. Corrió las sabanas para besarla, sintió su frialdad, se heló hasta los huesos, la vida la había dejado.

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