sábado, 3 de septiembre de 2016

Fábula de la paloma, el gorrión y “el alcón”

—Que buenos tiempos eran los de antes —Sentenció la paloma parada en un árbol de la plaza.
—Podíamos volar por las cúpulas de la estación muy tranquilamente —Se dejó llevar el gorrión.
—Nos han diezmado, amigazo, antes podíamos comer de la basura que dejaban los pasajeros.
—No me cuentes, teníamos los nidos más calentitos de la cuidad y nadie podía molestarnos.
—Nosotras ensuciábamos a los que iban y a los que volvían, nos divertíamos mucho —Alegó la torcaz con risa melancólica.
—Nos echó ese halcón despiadado. Todo el día gritando. Se apoderó de nuestros hogares. Ahora los gorriones debemos trabajar para mantenernos.
—Pajarraco indolente. Odio a  los hombres, odio más a ese avechucho que nos asusta sin descanso.  Para colmo, aquí afuera están sus compatriotas que nos comen sin descanso.
El jefe de la estación, cansado de los disturbios y la suciedad que provocaban las palomas y gorriones, decidió instalar el “alcón-J355”, un artefacto electrónico que emitía sonidos de aves rapaces. El resultado fue óptimo, hacía meses que habían desaparecido los provocadores.
Un halcón, parado en lo más alto de la torre, buscaba a sus víctimas. Había descubierto la verdad hacía tiempo, se había adentrado en la vieja cúpula al escuchar los gritos de un colega y descubrió que se trataba de un artilugio.

Distinguió su almuerzo desde la altura, se preparó a realizar el vuelo certero… antes, se dijo: todo lo que escuchas es tan verdadero como quieras creerlo.

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