sábado, 3 de septiembre de 2016

El desahuciado

No eran pasos, arrastraba sus pies dañados por el suelo polvoriento.
Los indios, invadidos invasores, lo habían dejado por muerto junto al azaroso cauce del río.
La noche oscura y voluminosa lo alcanzó, el cielo abundante cayó sobre su cuerpo maltrecho.
Le urgía encontrar un refugio para las heridas de un cuerpo y un alma desahuciados, un amparo donde escapar de los hambrientos seres nocturnos, un asilo para esconderse de sus miedos.

A lo lejos escuchó la tumultuosa jauría de canes merodeando el pueblo. Debía llegar antes que cerraran la empalizada. Su vista la ponía al alcance de sus manos, sus pies parecían llevarlo en sentido contrario. Su vida necesitaba desesperadamente llegar.

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