Tirado en el
medio de la calle, mi cuerpo presenta los últimos signos de vida. Lo que queda
de mi se retuerce, no busco ayuda, se retuerce de carcajadas imperceptibles
para los transeúntes amontonados a mi lado. Quedan pocos segundos para recordar
al pasado y pedir perdón por mis pecados.
Dios no existe,
el pecado es una invención humana ¿Por qué arrepentirse? ¿Porque a un montón de
estúpidos en manada se les ocurrió que mi vida era una mierda? Nadie puede
decirme que hice bien o que hice mal, en definitiva fue mi vida. La vida que
ahora se va porque era el momento más feliz de mi existir ¿Acaso, no era un
buen momento para dejarla?
Mi corazón late
aun más fuerte y rápido que nunca. Mi mano había buscado el arma, mi mente la
había guiado. No siento remordimientos de ningún tipo. Fui ladrón, policía,
embustero, religioso, pordiosero, rey, prisionero, libertino, libertador,
opresor y hasta mi propio asesino.
Muchas veces
terminé con míseros creyentes de eternidad, que hoy se pudren en un menjunje de
tierra, carne y gusanos… un revoltijo al que todos nos dirigimos, del que no
tenemos escapatoria.
Soy dichoso. No veo luz, ni ángeles, ni dioses,
ni demonios, nada… eso veo, la nada misma y me regocijo. Me regocija pensar en
la idiotez de todos estos ingenuos, en su inútil existir, en sus creencias
inservibles, en su búsqueda de la mentira… y yo poseo la verdad. Una verdad que
no van a saber en sus putas vidas. Me dan risa, me burlo.
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