Sentada frente a la ventana, miraba sus ajadas
manos. El reflejo en el cristal le mostraba sus blancos cabellos, las arrugas
de su rostro, el paso del tiempo. Sus ojos ya no eran los de antes, intentaba
ver más allá y sólo podía pintar figuras en su mente. La juventud la había
dejado, intentó muchas veces rehusarse a la llegada del ocaso, no pudo evitar
lo inevitable.
Había nacido, crecido, vivido y envejecido en la
misma casa. Hoy la memoria le hacía recordar lo olvidado. Siempre le habían dicho:
es más fácil evocar el pasado lejano que la cercanía del ayer. No lo creyó… hasta
aquella tarde.
Recordó sus primeros pasos, los brazos de su padre
esperándola, la voz de su madre alentándola. Recordó las tardes de
despreocupados juegos en el jardín, los gritos de sus hermanos, la reprimenda
de su abuelo. Recordó el primer beso en el atrio, el dulzor de los labios de su
primer amor. Recordó la fiesta de casamiento, a cada uno de los invitados, los
acordes del vals que bailaron. Recordó la dicha del nacimiento de sus tres
hijos. Recordó todo feliz instante.
Absorta en sus recuerdos le llegó la melancolía.
No supo el motivo, quizás fueron las paredes enmohecidas o la grieta que vislumbraba
en el techo. Su mirada se llenó de sombras, sus labios dejaron la jubilosa mueca
y sus comisuras buscaron el piso. La luz que entraba por la ventana mutó en tinieblas.
La memoria se le tornó áspera, no quería sentir aquel dolor, aquella acritud… una vez más no
pudo evitarlo.
Sabía que habitaba un cuerpo que iba a dejar la
vida, como tantos otros que había visto partir. Recordó los llantos de su madre
al partir su compañero. Recordó sus propios llantos en la misma pérdida. Recordó
el beso en el atrio de su único amor, el dolor de su inusitada ausencia.
Recordó el casamiento con su obligado prometido. Recordó el sufrimiento de cada
parto. Recordó la angustia de la primera caída de sus hijos. Recordó todos los
destierros. Recordó… recordó… recordó que estaba vieja.
Sentada frente a la ventana, un extraño sueño se fue
apoderando de su existencia. Había repasado su vida, los momentos alegres y los
de profunda tristeza. Sus ojos descubrieron nuevamente las figuras que jugaban
bajo el sol. Sus labios esbozaron una sonrisa, elegía quedarse con la armonía
de aquel acto. Soñó el futuro de aquellos… sus seres. Se durmió en la
felicidad.
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