Las luces se apagan, el resplandor de las velas
danza en las paredes. La música de extrema suavidad deja escuchar sus susurros.
En la mesa, un par de copas a medio vaciar, en el sillón, ellos.
Ella deja que su mano lo bese, lo acaricie, lo busque.
Sus ojos lo miran y la pasión estremece sus facciones.
Él, recorre su cuerpo con su mirada, la desviste
con sus manos. La inevitable desnudez los alcanza. Se estremecen con premura.
Ambos, descubren sus sabores, sus entrañas, sus
intimidades.
El fuego abrasa sus cuerpos, se queman en las brasas
del placer. El deseo los emociona y detienen el tiempo.
Un sonido, un sonido rutinario y conocido, un
sonido de amor...
—Juan, se despertó Albertito, te toca cambiarlo a
vos.
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