Te habían puesto en mis manos hace ya mucho tiempo. Tu reluciente cristal fue impacto de luz para mis ojos, tus brazos un abrazo para mi muñeca, tu monótono andar música para mis oídos.
Y así fue, que pensándote mi mente se transporto a otra época; no podía ser de otra manera, siempre fuiste una máquina del tiempo.
Poder soñar despierto es algo que debo agradecerte, inventar un futuro en el que existo es maravillosamente irracional.
Lúgubre es mi hoy, inverosímil mi mañana.
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