Golpeo con puños cerrados una y otra vez la madera
que me envuelve. No estoy ciego y aun así no veo nada. El tiempo es eterno en
el horror de la oscuridad. Grito lastimando mi garganta, esperando ser
escuchado por almas con carne y hueso.
Se corre la cortina. Muestro mis manos libres y el
cofre cerrado. Escucho con satisfacción los aplausos del público. Mi acto, ha concluido.
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